Temple de Acero - Parte I
En sangre ajena
y sangre propia
me encontré peleando
casi alcanzando la victoria
pero fue entonces
que vi a un hombre
De líder era su porte
De acero, bajo su piel dorada,
debían ser sus huesos.
Llevaba la guerra
plasmada en su cuerpo,
grandes cicatrices,
y largos cabellos en desorden.
Bajo su yelmo
su recta y altiva nariz,
sus ojos, tan profundos,
tan negros,
al instante me descubrieron.
y súbitamente brillaron de anhelo.
Y en medio de la muerte,
Él pareció cobrar vida
Su mirada era sorprendida
como si fuera yo su querida.
Fui valiente
y mi espada apunto a su cuello
Él me observo en desacuerdo
Y al instante
mi espada cayó al suelo.
Él acerco su cuerpo
acoplándolo al mío
Me prepare para el beso
que vendría de sus labios crueles
Pero estos fueron a mi oído
y él susurro
"Lo siento, Guerrera Agíada
Pero en esta contienda
La victoria ha de ser mía."
Y sin miramientos
fue en mi pecho
donde el guerrero clavo su propio hierro
quebrando aquel hermoso hechizo
que se volvió un desgarrador tormento
Caí al suelo,
junto a mi fiel amiga,
mi espada.
y él se arrodillo a mi lado
tomando el arma mía,
acomodándome entre sus brazos.
Apretó mis manos, con las suyas,
haciendo la empuñadura,
y acercando su rostro al mío
quitaba de mi mejilla
las lágrimas tibias.
"Temple de acero,
me han dicho, doncella,
es el nombre que los dioses te dieron.
Y he venido desde muy lejos
a comprobarlo por mí mismo.
Mira, cuantos hombres míos,
bajo el filo de tu sable han caído.
¿Como es posible entonces
que una sola mirada
os quitara el aliento?
¿Donde está aquel Temple de Acero?"
Y entre el frio adviento de la muerte,
él me arrulló entre sus brazos.
Y hablaba de mí
con admiración y reverencia.
Y entre sus labios bellos y despiadados
largos caninos blancos asomaron,
"Sin miedo, mi bella"
él me dijo,
en breve, habrás renacido."
Y los dioses oyeron mi grito
cuando él clavo sus colmillos.
Así fue entonces
que vino aquel guerrero,
en su compañera me termino convirtiendo
y la inmortalidad me regalo con un beso.
En sangre ajena
y sangre propia
me encontré peleando
casi alcanzando la victoria
pero fue entonces
que vi a un hombre
De líder era su porte
De acero, bajo su piel dorada,
debían ser sus huesos.
Llevaba la guerra
plasmada en su cuerpo,
grandes cicatrices,
y largos cabellos en desorden.
Bajo su yelmo
su recta y altiva nariz,
sus ojos, tan profundos,
tan negros,
al instante me descubrieron.
y súbitamente brillaron de anhelo.
Y en medio de la muerte,
Él pareció cobrar vida
Su mirada era sorprendida
como si fuera yo su querida.
Fui valiente
y mi espada apunto a su cuello
Él me observo en desacuerdo
Y al instante
mi espada cayó al suelo.
Él acerco su cuerpo
acoplándolo al mío
Me prepare para el beso
que vendría de sus labios crueles
Pero estos fueron a mi oído
y él susurro
"Lo siento, Guerrera Agíada
Pero en esta contienda
La victoria ha de ser mía."
Y sin miramientos
fue en mi pecho
donde el guerrero clavo su propio hierro
quebrando aquel hermoso hechizo
que se volvió un desgarrador tormento
Caí al suelo,
junto a mi fiel amiga,
mi espada.
y él se arrodillo a mi lado
tomando el arma mía,
acomodándome entre sus brazos.
Apretó mis manos, con las suyas,
haciendo la empuñadura,
y acercando su rostro al mío
quitaba de mi mejilla
las lágrimas tibias.
"Temple de acero,
me han dicho, doncella,
es el nombre que los dioses te dieron.
Y he venido desde muy lejos
a comprobarlo por mí mismo.
Mira, cuantos hombres míos,
bajo el filo de tu sable han caído.
¿Como es posible entonces
que una sola mirada
os quitara el aliento?
¿Donde está aquel Temple de Acero?"
Y entre el frio adviento de la muerte,
él me arrulló entre sus brazos.
Y hablaba de mí
con admiración y reverencia.
Y entre sus labios bellos y despiadados
largos caninos blancos asomaron,
"Sin miedo, mi bella"
él me dijo,
en breve, habrás renacido."
Y los dioses oyeron mi grito
cuando él clavo sus colmillos.
Así fue entonces
que vino aquel guerrero,
en su compañera me termino convirtiendo
y la inmortalidad me regalo con un beso.
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